sale súbitamente y Labán, al saber de su huida, se levanta tras ellos con ganas de castigarlos. Pero Dios se apareció a Labán y le dijo: “Guárdate que no hables a Jacob descomedidamente” (v. 24). Lo que sigue en esta historia es un gran lío entre dos hombres acusándose mutuamente del engaño, lo cual era cierto. Pero Dios puso límites a Labán para que no hiciese daño a su siervo, todavía no perfecto, pero por lo menos habiendo cumplido con lo que Dios había puesto en su camino.
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